viernes, 3 de agosto de 2012

CAPÍTULO 3.


Tiempo y sazón

3 1Todo tiene su tiempo y sazón, 

todas las tareas bajo el sol:

2tiempo de nacer, 

tiempo de morir; 

tiempo de plantar, 

tiempo de arrancar; 

3tiempo de matar, 

tiempo de sanar; 
tiempo de derruir, 
tiempo de construir;

4tiempo de llorar, tiempo de reír; 

tiempo de hacer duelo,

tiempo de bailar;
Stiempo de arrojar piedras, 

tiempo de recoger piedras; 

tiempo de abrazar, 

tiempo de desprenderse; 

6tiempo de buscar,

tiempo de perder; 

tiempo de guardar, 

tiempo de desechar; 

7tiempo de rasgar,

tiempo de coser;
tiempo de callar,
tiempo de hablar; 

8tiempo de amar, 

tiempo de odiar; 

tiempo de guerra, 

tiempo de paz.

9¿Qué saca el obrero de sus fatigas? 10Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: 11todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.
12Y comprendí que el único bien del hombre es alegrarse y pasarlo bien en la vida. 13pero que el hombre coma y beba y disfrute del producto de su trabajo es don de Dios. 14Comprendí que todo lo que hizo Dios durará siempre: no se puede añadir ni restar. Porque Dios exige que lo respeten. 15Lo que fue ya había sido, lo que será ya fue, pues Dios da alcance a lo que huye.

Injusticia

16Otra cosa observé bajo el sol: en la sede del derecho, el delito; en el tribunal de la justicia, la iniquidad; 17y pensé: al justo y al malvado los juzgará Dios. Hay una hora para cada asunto y un lugar para cada acción. 18Acerca de los hombres, pensé así: Dios los prueba para que vean que por sí mismos son animales; 19pues es una la suerte de hombres y animales: muere uno y muere el otro, todos tienen el mismo aliento y el hombre no supera a los animales. Todos son vanidad. 2OTodos caminan al mismo lugar, todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo. 21¿Quién sabe si el aliento del hombre sube arriba y el aliento del animal baja a la tierra?
22Y así observé que el único bien del hombre es disfrutar de lo que hace: ésa es su paga; pues nadie lo ha de traer a disfrutar de lo que vendrá después de él.


3,1-15 Y así viene la prueba del tiempo. Desaparece la ficción salomónica y ocupa la escena una visión universal. No se presenta en forma de experimento ni en tono personal (hasta el v. 10). Como si por el escenario pasara un desfile mudo. En eso estriba la fuerza de esa procesión implacable: catorce binas, cada pareja bien trabada, la serie heterogénea. Las hay individuales y colectivas, de sentimiento y de acción, el hombre las realiza o las sufre. Toda esa variedad tiene algo en común: el carácter polar, de extremos y oposiciones, su desarrollo en el tiempo. Desde el nacimiento a la muerte -primera bina- el hombre está colocado en el tiempo, que lo recibe, lo empuja, lo arrolla v lo expulsa, para recomenzar con otra generación (según decía 1,3). (En su soneto Gaita galaica recoge Rubén Darío seis de estas binas).

3,2 Son los límites de la existencia de los que el hombre normalmente no puede disponer.

3,3 "Matar" o dejar morir. Se puede referir a la guerra y a sentencias de muerte dentro de la ley. Como el autor no precisa, resulta terrible pensar que los asesinatos tienen su tiempo asignado.

3,5 El sentido de la primera bina es dudoso. Sabemos que los antiguos empleaban piedras para contar y para echar suertes; en tiempo de guerra podían asolar un campo cubriéndolo de piedras (2 Re 3,19.25). La tradición rabínica piensa que se trata de relaciones sexuales.

3,7 Véase Eclo 20,6.

3,9-15 El autor se fija ahora en los dos temas consabidos: la acción y la reflexión. Frente al ineludible vaivén de los opuestos, ¿qué actitud puede tomar el hombre? ¿Actuar para dominar el curso de los sucesos, para alterarlo?, ¿o tratar de abarcarlos y comprenderlos con el pensamiento?
Inútil lo primero, pues el hombre no puede añadir ni restar ni cambiar lo que Dios ha determinado. Fatal lo segundo, pues el hombre, impulsado a desbordar los límites de su propio tiempo, descubre que no puede abarcar la totalidad del tiempo, y así se desgarra entre el afán ilimitado de conocer y los límites de su conocimiento.

Único remedio, abandonar la ambición de actuar y conocer, contentarse con los bienes de la vida sencilla, que Dios otorga. Dios domina esta sección con su presencia y no se repite el veredicto de vanidad.

3,10 Véanse Ecl 1,13 Y 2,26.

3,11 Parece un comentario a Gn 1,31: con la precisión de Eclo 39,16.34. Dios ha dado a las cosas su sazón, a la mente humana el tiempo sin límites; como el hombre se asoma a él sin poder dominarlo, el pensamiento lo aflige y tortura. Otros traducen "eternidad" o "mundo" .

3,12 Véase 2,24. Aunque no se repiten todos los detalles, es claro que el autor remite a la conclusión precedente. Después del doble experimento (1,11-2,26) y del enunciado sobre el tiempo y sazón, estamos en el mismo punto programático.

3,14-15 "Todo lo que ha hecho Dios" pueden ser las obras de la creación, cielo y tierra, sol y luna, etc. Es fácil comprender que dichas creaturas duren siempre (véase, por ejemplo, Sal 72). Pero ¿qué decir de los sucesos y de los hombres? La visión cíclica parece responder a esta objeción: como el sol y el viento y el agua tienen sus ciclos (1,3-6), así los acontecimientos retornan perpetuamente. Esto parece difícil al hombre pero Dios puede "dar alcance a lo que huye" para hacerlo volver (véase Eclo 5,3).

Al "respeto / temor de Dios" llega Qohelet por el desengaño de la limitación humana. Así ha repasado el autor tres "dones" de Dios: las ''tareas'' para que se fatigue (1,13, 3,10), la duración indefinida para que piense (3,11), el disfrute sencillo de la vida (3,13).

3,16 Ecl 5,7.

3,16-4,3 Observación y reflexión sobre la injusticia humana. La opresión victoriosa y el oprimido indefenso son dos observaciones, "observé", el futuro juicio de Dios es una reflexión, "pensé". En el texto actual la visión de la injusticia establecida da ocasión a reflexiones pesimistas sobre el valor de la vida humana, en comparaciones cada vez más desoladas: el hombre y el animal, el vivo y el muerto y el que no ha existido.

Ante la injusticia los profetas alzaban el grito de la denuncia, los maestros sapienciales repiten consejos y avisos, los salmistas suplican y apelan a Dios para que intervenga. Qohelet se siente incapaz de actuar y siente que la injusticia establecida corroe el sentido de la vida. No sólo sufrir la injusticia es una tragedia, su mera contemplación amarga la existencia.

Qohelet es un pensador que, al aceptar lo inevitable, se desespera. Y, realmente, si la injusticia tiene asegurada la victoria total y definitiva, tiene razón Qohelet: no tiene sentido la vida humana, el hombre no supera a los animales, más vale no nacer.

3,16 Cada cosa tiene su tiempo, y el hombre no puede alterarlo; cada cosa tiene su puesto, y el hombre lo trastorna. La suprema institución de la justicia se convierte en sede y fuente de la injusticia (Sal 94,20), y se llega a una injusticia "establecida" (Is 5,7).

3,17 Pero también eso cae bajo la ley del tiempo: a la injusticia le llegará el momento de rendir cuentas ante el tribunal de Dios. ¿Se trata de un juicio histórico que restablece los valores?, ¿o de un juicio escatológico, como en Sab 5? El autor piensa simplemente en la doctrina tradicional (por ejemplo, Sal 11; 58; 94) y no se da por satisfecho.

3,18-21 Reflexión semejante al Sal 49; véanse también Prov 30,2 y Sal 73,22.

3,18-19 La prueba a que Dios somete al hombre parece ser la muerte invencible. Por su cuenta el hombre es un viviente más, un animal; compárese con Sal 36,7; 136,25. Qohelet radicaliza la visión: no niega que el hombre supere al animal, pero la muerte lo nivela todo (como en 2,14-16). Y por la muerte común, el balance es común: todo es vanidad, todo es fugaz e inconsistente (Con la agravante de la conciencia en el hombre, 9,5).

3,20 Comenta libremente Gn 3; se calla el tema del castigo, para concentrarse en la común condición humana. Se puede establecer una proporción: los ríos y el mar realizan el ciclo del agua, los vivientes y la tierra realizan el ciclo del polvo. Véanse también Sal 90,3 y Ec1017,1.

3,21 Algunos objetan: el hombre supera al animal, porque su espíritu es diverso y tiene un fin diverso; el aliento de los animales puede ser absorbido por la tierra, el aliento del hombre sube a la esfera celeste. No se trata de supervivencia de almas ni mucho menos de resurrección, pero sí de diverso destino. Qohelet duda de semejante teoría. Véanse 12,7 y Eclo 40,11.

3,22 Si el destino del hombre es la muerte y tras ella no se disfruta de nada, el hombre puede en vida recibir una paga limitada. Debe disfrutarla antes de que sea demasiado tarde. Trabajo y disfrute deben ser gobernados por un ritmo apropiado. 

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